lunes, 18 de junio de 2012

UN LIBRO DEMASIADO “FAMILIAR”




Entre las celebraciones que la ciudad de Buenos Aires, como capital mundial del libro 2011-2012, tuvo, se programó y editó una obra que recogía los cuentos que los abuelos inmigrantes contaban (se supone) a sus nietos porteños. El título era prometedor: Mis abuelos también lo cuentan, cuentos que los “referentes institucionales” de 50 colectividades residentes en la ciudad de Borges y Cortázar ofrecían a nuevas generaciones. El máximo  referente cultural de la ciudad anunciaba: “Cuentos que se convierten en un puente vivo entre el ayer y el hoy”. Otros referentes apuntaban:

-       Referente político máximo: “Un libro que se incorpora a la biblioteca de cada niño de nuestra ciudad” (o hay pocos niños en la ciudad –unos pocos miles- o el número de ejemplares ha sido superior a medio millón).
-         Referente político cultural: “La literatura infantil suele abordar los grandes temas de la Literatura” (un ingeniero opinando de libros para niños, curioso).
-         Referente político de relaciones institucionales: “Son 50 cuentos infantiles de 50 orígenes diferentes” (no ha debido leerse el libro porque no existen 50 cuentos en su interior)

Ilustración de Ana Sanfelippo
El libro recoge teóricamente cincuenta “cuentos adaptados especialmente”, tan especialmente que muchos no se parecen al original o cada adaptador/a ha hecho lo que le ha parecido, actualizaciones de clásicos incluidas. Es VERGONZOSO que no haya habido una mínima revisión literaria, que nadie se haya dado cuenta de decenas y decenas de errores, que nadie haya visto que era un producto con un título equivocado. Para muestra, unos cuantos botones:

- El cuento austriaco está escrito por un alemán.
- “Caperucita Roja” no representa a Alemania o que me lo expliquen (una historia que viene desde tiempos anteriores a la Edad Media y que los niños franceses e italianos conocían ya en el siglo XI. ¿Alemán porque los Grimm lo reescribieran en el siglo XIX?).
- Platero y yo no es ningún cuento infantil, no representa a España (y lo dice un español) y está pésimamente adaptado ya desde el título: “Mi burrito Platero”. Luego, en 360 palabras se despacha un precioso libro poético, lleno de sutilezas y emociones. Un horror.
Ilustración de Fernanda Bragone


- El cuento catalán está mal traducido, el cuento (leyenda recogida por Clarice Lispector) brasileño está mal citado y traducido.
- Uruguay está representado por un candombe escrito en el 2011 por un argentino y con un título tan cercano a la infancia como: “Candombe del 6 por ciento”.
- El cuento inglés –“Juan, Pablo, Jorge y Ricardito”- tiene que ver con los abuelos como un chupete o un sonajero: nada. Son los nombres castellanizados de The Beatles insertados en una historia actual sin ningún atractivo.
- El cuento italiano –“Pinocho”- es otra historia fallida ¿o piensan, quienes la adaptaron, que se puede contar en 400 palabras la complejidad del libro de Collodi?
Ana Sanfelippo en su estudio
- Y más… un niño libanés no puede llamarse Javier, “Cenicienta” puede ser un cuento de Perrault pero cualquier francés abominaría que les representara (además de ser un cuento hindú, escrito muchos siglos antes por chinos e italianos), los dioses griegos no son las historias que los abuelos atenienses o tesalonicenses cuenten a sus nietos, el cuento rumano está sacado de la novela de un irlandés, “Drácula” en menos de quinientas palabras suena inquietante para niños… por lo aterrador de la adaptación, las historias de gallegos y vascos son de escritores vivos, nunca de cuentos de abuelos, etc., etc., etc.

Lo dicho: un disparate de selección y adaptación de cuentos agravado por ser todo MUY FAMILIAR, demasiado familiar. La principal adaptadora de cuentos –Graciela Repún (Buenos Aires, 1951)- coloca a su familia y alumnos de su taller de escritura al frente de historias de nigerianos, caboverdianos, chinos o uruguayos. Su marido –Enrique Melantoni (Luján, provincia de Buenos Aires)- y sus dos hijos –Julián y Marina- son los autores de varios textos, muchos, incluido ese candombe uruguayo tan tierno e infantil. El resto, salvo alguna excepción, alumnos (más bien alumnas) del taller de escritura de Graciela. TODO QUEDA EN CASA, y así salen las cosas cuando no se entiende de literatura para niños, ni de cuentos populares, ni de qué es lo que realmente contaban los abuelos inmigrantes en las casas y conventillos de la ciudad a principios y mediados del siglo XX.

Ilustración: Ana Sanfelippo
Si uno con sus familiares, amigos y conocidos hace un libro como este y se lo paga de su bolsillo, perfecto. Pero hacerlo con dinero público, en una edición muy cara a todo color en todas las páginas (224), con pretensiones de ser un documento representativo usando a los abuelos como excusa, creo que es algo denunciable, dado el resultado final.
 
Tampoco parece existir ningún tipo de sensación de deshonestidad, bochorno o vergüenza entre la gran familia de adaptadores. Quizás haya que decirlo en los idiomas de los abuelos: vergogna, verecundia, honte, vergonya, vergonha, shame, schamgefühl, stud, géda, skam o ese maravilloso: virgogna.

(Puede verse y descargarse el libro -en un “pdf” de 32 megas- en:
Il.: Ana Sanfelippo
Dentro de este desastre literario hay que salvar el trabajo de los ilustradores, cuyos dibujos desde la portada o tapa del libro invitan a la lectura. Coordinados por una especialista como Monica Weiss (Adrogué, provincia de Buenos Aires, 1956) se muestran los trabajos de 50 artistas, algunos de ellos noveles, muchos principiantes en el mundo de la ilustración y algún otro con varios libros ilustrados para niños en su currículo. Es de agradecer que en esta selección no haya predominado la familiaridad como en los textos y se puedan descubrir trabajos como los de Gabriela Pascale, Agustina Suárez, Lucía Heber, Paula Golubicki, Lorena Castillo, Paula Vintimiglia, Verónica Fradkin, Gabriela Thiery o Josefina Wolf. Un conjunto de ilustradores e ilustradoras que se merecen una pequeña referencia biográfica y profesional en un libro que lo permite.
A esta pequeña selección quiero añadir y destacar dos jóvenes ilustradoras cuya calidad, dominio del collage, de la acuarela o de técnicas mixtas es grande, y cuyas interpretaciones de los cuentos del libro me parece que aportan alegría a las historias, una –árabe- con decenas de cabezas cortadas en su interior (para que los niños aprendan, obviamente) y otra –caboverdiana- con toda la melancolía del mar océano que un escritor afincado en Lisboa tiene de su tierra natal (también muy infantil).
Fernanda




Diavolo (il.: F. Bragone)
La primera es de Ana Sanfelippo, ilustradora, diseñadora gráfica, calígrafa y dominadora de muchas más artes. Da clases de tipografía en la UBA y gusta de ofrecer júbilo a sus oyentes y lectores. En palabras de ella: “Publiqué algunos libros acá, otros en México y en España. Recibí algunos reconocimientos como el premio Destapa,  expuse letras en la Bienal Iberoamericana de diseño y en la muestra Typeit, y tuve la oportunidad de participar del workshop de ilustración de Bratislava 2011 realizado en el marco de la Bienal de Ilustración Infantil cita en dicha ciudad. Estudié con Mirella Musri, Istvansch, Mónica Weiss y un tiempo con Pablo Cabrera. Estoy con muchas ganas de seguir aprendiendo y creciendo. Espero sumar alguna sonrisa a quien tenga la oportunidad de encontrarse con mi trabajo”. Sonrisas que aporta a una de las partes más crueles de Las mil y una noches (texto elegido por la adaptadora como representativo de este libro milenario) y que reparte en otros trabajos suyos.

Caperucita (il.: Fernanda Bragone)
Fernanda Bragone (Buenos Aires, 1976), se formó en una escuela técnica porteña, para recibirse posteriormente como profesora de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Desde 1997 trabaja en talleres de plástica, en escuelas comunes y de educación especial. Desde 1998 participa en exposiciones de pintura, individuales y colectivas. Desde el 2007 participa en proyectos de ilustración para niños. Ha realizado colaboraciones para la revista Rumbos y Nuestra cultura, de la Secretaria de Cultura de la Nación. Estudió ilustración con Monica Weiss e Istvan Schritter. Ilustró el libro La niña momia, de la editorial Crecer Creando, escrito por Mario Méndez. Participó últimamente en la exposición colectiva sobre textos de Roberto Arlt en el centro Recoleta. Realiza actualmente ilustraciones para la revista chilena Terminal. Sus dibujos e ilustraciones muestran formas suaves para textos con complejidades de interpretación, ofreciendo visiones diferentes del mar o del mundo del misterio, lleno de diablos o famosos luchadores.

lunes, 11 de junio de 2012

MAURICE SENDAK YA ESTÁ EN EL PAÍS DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS


Sendak -en el centro- con dos lectores suyos
Había una vez en Brooklyn un niño judío de origen polaco que a los doce años se quedó impactado con los dibujos y la música de la película Fantasía (Disney, 1940). Descubrió que el personaje que ejercía de brujo exorcista –Mickey Mouse- había nacido el mismo año que él (1928) y que habían crecido teniendo gustos comunes: música, un perro a su lado y pasión por el dibujo. “Mis figuras dominantes en mi infancia fueron Mickey Mouse y mi riguroso y barbudo abuelo materno”  diría ya de mayor. Este niño curioso emborronaba decenas de hojas y con 14 años publicaría sus primeros trabajos en la revista de la escuela. Poco después, a los 19 años, ilustró su primer libro donde las moléculas eran parejas de danzarines y una reacción en cadena era un desfile de baile conga: Atomics for the Millions.
Moléculas danzarinas (1947)

Siguió creciendo y dibujando y un día, ya adulto y barbudo como su abuelo, encontró que le gustaba imaginar caballos salvajes para los que bocetó un libro: Where the Wild Horses Are (Donde viven los caballos salvajes). El libro daba vueltas en su cabeza, llena de recuerdos y sueños infantiles, y en una de ellas los caballos mudaron en monstruos y el niño protagonista tomó nombre: Max. Había nacido el libro ilustrado infantil más trascendental y leído del siglo XX: When the Wild Things Are (Donde viven los monstruos). Era el año 1963 y estamos hablando de Maurice Sendak.

Sendak, Max y sus monstruos
Sendak nos dejó el pasado 8 de mayo, víctima de un accidente cerebrovascular. Sus ojos de niño nunca dejaron de observar el mundo que le rodeaba y su genio creativo dio lugar a más de un centenar de libros, auténticas obras de arte casi todos ellos. Era el más grande de los grandes ilustradores contemporáneos y siempre lo supo en un país el suyo que ha publicado centenares de artículos sobre su obra y su monstruoso libro clave. Cuando le trataban de deidad terrenal él siempre decía: “Mis dioses son Herman Melville, Emily Dickinson y Mozart. Creo en ellos con todo mi corazón”.
Max y Maurice eran almas gemelas y sus aventuras en el país donde viven los monstruos son las aventuras que imaginaban los hermanos Sendak –Maurice y Jack- sobre los tejados y terrazas neoyorquinas. Max sigue volviendo cada noche a su habitación tras liberar energías en fiestas monstruosas y siempre le está esperando un plato de sopa calentita; a Maurice le esperan actividades más plácidas: observar a sus criaturas desde los cielos de su Nueva York, tantas veces dibujados por él de día y de noche.


Maurice Sendak nació el 10 de junio de 1928 en Brooklyn, barrio de Nueva York entonces lleno de inmigrantes judíos. Su pasión por el dibujo fue tan grande que desde niño disfrutaba imaginando historias solo por el placer de verlas después en imágenes y en viñetas. Sus primeros trabajos a lo largo de los años 50 muestran ya un ilustrador con mundo creativo propio cuyos personajes reflejan sentimientos y actitudes complejas. Sus libros propios –como autor de textos e ilustraciones- son un catálogo de entusiasmos infantiles y aprensiones varias en expresivas y cuidadas imágenes. Sus trabajos para otros autores siguen el mismo patrón que llena de emociones cada página, sea esta de osos o de tortugas. Su encuentro con Else Homelund Minarik en 1957 dio lugar a un personaje de fama mundial, serie de televisión incluida: Little Bear (Osito). Un osito con seis libros escritos y dibujados entre 1957 y 1968 y que permitieron a Sendak jugar con animales en sus historias. En 1962 The Nutshell Library (La Minibiblioteca en la versión española de Gloria Fuertes) continúa el juego visual y rimado con animales en una joya de caja de cartón que contiene en su interior cuatro minilibros, donde una familia de cocodrilos crea un abecedario o un león llega a tragarse a un niño un tanto insoportable (el infante se llama Pierre y puede verse su historia en un video en el que Carole King pone la música y Sendak las imágenes:


Este libro le sirvió para ser reconocido como el “Picasso de la ilustración” por algunos críticos neoyorquinos, algo que no le consultaron  al propio Pablo Ruiz Picasso, que con 81 lúcidos años entonces seguro que pensaba otra cosa. Un año más tarde quizás el auténtico Picasso hubiera opinado de manera diferente al ver la obra maestra de Sendak: When the Wild Things Are (Donde viven los monstruos).


Osito (1957)

Sendak a lo largo de sus 83 años de vida publicó dieciocho libros como autor integral de textos e ilustraciones; solo seis de ellos han sido traducidos al español. Solo seis, pero cada uno único y genial: El letrero secreto de Rosie (The Sign On Rosie's Door, 1960); La Minibiblioteca (The Nutshell Library, 1962), Donde viven los monstruos (When the Wild Things Are, 1963), Héctor Protector y Cuando yo iba por el mar (Hector Protector and As I Went Over the Water: Two Nursery Rhymes, 1965), ¡Dídola, Dídola, Pon! (Higglety Pigglety Pop!, 1967),  La cocina de noche (In the Night Kitchen, 1970).


La cocina de noche (1970)
También puede verse su obra a lo largo de una veintena de títulos editados en español de autores como Isaac Bashevis Singer (Cuentos judíos de la aldea de Chelm Lumen, 1978), Robert Graves (El gran libro verde Lumen, 1988), los germanos Grimm (El enebro y otros cuentos de los hermanos Grimm Lumen, 1989) o Else H. Milnarik y su serie Osito (cinco libros en Alfaguara). Con más de quince años sin publicar libros y más de dos décadas sin dibujarlos, en septiembre de 2011 se editó su última obra: Bumble-Ardy, donde un cerdito de nueve años anda a la búsqueda de sí mismo. A ver si tenemos la suerte de que Miguel Azaola, el inmejorable traductor al español de muchas de sus obras, se anime con esta divertida parodia.  Se espera también que en febrero de 2013 llegue a las librerías My Brother`s Book (El libro de mi hermano), un homenaje ilustrado a Sendak de su hermano Jack.