Argentina tuvo –y tiene- una generación de escritoras que pensaron en los niños y les dedicaron sus mejores obras. María Elena Walsh, Ema Wolf, Graciela Montes, Laura Devetach o Graciela Cabal, nacidas en las décadas de 1930 y 1940, tienen una muy estimable sucesora en una escritora santafesina que escribe desde las serranías preandinas: Liliana Bodoc. Liliana irrumpió en la literatura con una trilogía excepcional –La saga de los confines, toda una épica fantástica- que ha continuado en una quincena de libros. Narradora excelente y gran conversadora nos abrió su mundo en una Buenos Aires llena de libros. Comienzo con ella una galería de escritores e ilustradores argentinos.
¿Cómo surgió en ti la escritora para jóvenes, la escritora de una saga?
La verdad es que ambas cosas surgieron un poco por separado, porque, a decir verdad, cuando me puse a escribir La Saga de los Confines no pensé, no elegí conscientemente hacerlo para jóvenes. Pero parece que sí lo hice. De hecho, eso fue lo que dijo el editor, el único que se avino a “arriesgarse”, la palabra que utilizó, con La saga. A mí me puso tan contenta que empecé a pensar seriamente en la literatura infantil y juvenil, cosa que no había hecho hasta ese momento, algo que no me enseñaron a hacer en la Academia. Encontré ahí un mundo tan completo, tan impresionante y tan rico como el de la literatura sin adjetivos.
La creación de una saga es algo difícil, largo. Parece que tardaste ocho años en hacerlo. ¿Podrías contarnos cómo fue el proceso?
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Foto: Fernando Calzada - Gentileza SM |
Es algo complejo y también maravilloso. Si hablamos de todo lo que fue el trabajo bibliográfico previo, armar los continentes, las culturas con sus costumbres y sus modos de pensar, hasta sus “filosofías”, sí, más o menos ocho años. Es un trabajo de rompecabezas, un trabajo un poquito de demiurgo, de ir inventando un mundo. En mi caso particular debo decir que siempre estoy muy aferrada a lo histórico, a lo cultural, a lo antropológico. A veces me dicen -y lo agradezco- “¡cuánta imaginación!” y yo digo “cuánto robo”, cuánto hay tomado de lecturas previas.
La magia está ahí en La saga, magia buena, magia mala. ¿Qué es para ti la magia?
La verdad es que para mí la magia es una cuestión seria. Quiero más o menos explayarme en esto para que no se me malinterprete. Sé que la magia cayó, en la redada del mercado, con otro montón de cosas. Sé que el pensamiento mágico, lo que ejerce la fascinación y la intuición, están muy degradados, muy malvendidos y muy mal comprados. Sin embargo, creo que el pensamiento mágico le ha aportado cosas importantísimas a la humanidad y se las sigue aportando. Pensamiento mágico en función de esto, de lo que está aún por descubrir, de lo muchísimo que la razón no puede explicar todavía, felizmente. Me parece que es una forma de conocimiento, que la razón conoce de un modo y la intuición y la fascinación conocen de otro. Y, de alguna manera, esas dos mitades van armando algo que se parece a la verdad.
La ficción es el género que más has cultivado. Para ti tiene un potencial extraordinario. ¿Por qué lo utilizas?
Creo que a la ficción no se le puede pedir todo. A veces se le pide que cambie el mundo, y me parece que es mucho para sus pobres espaldas. Pero sí creo que se le puede pedir mucho más. Se le puede pedir mucho más en la educación, se le puede pedir mucho más en el socorro, en el amparo de niños problemáticos, desde chicos con problemas psicológicos hasta chicos con problemas de salud; se le puede pedir mucho más en las familias; se le puede pedir mucho más en la historia individual de cada uno de nosotros. Porque a mí me parece que la ficción nos foguea en la emoción. Nos pone fuerte el ánimo. Nos pone fuerte la templanza, la imaginación; nos abre ventanas, nos hace ver cosas que de otra manera no veríamos jamás. Nos hace entender cosas que de otra manera no entenderíamos jamás. Y me parece que es muy poquito lo que se le pide en contra de lo muchísimo más que nos puede ofrecer, como individuos y como sociedades.
¿Y qué se puede pedir a la ficción para niños?
A la ficción para niños se le puede pedir que los apasione. Se le puede pedir que baje el dedito admonitorio de lo que se debe y lo que no se debe. Se le puede pedir que los maraville, que los deslumbre, que los asuste, que los haga reír, que los conmueva. Y se le puede pedir, básicamente, que les permita entrar en crisis. Una crisis acorde con su realidad, con sus fuerzas, con su musculatura, pero al fin, crisis. Y obviamente, transformación.
¿Cómo ves al bien y al mal en la actualidad, en tus historias y en el mundo?
Puedo entender -y de hecho hago un trabajo por entender- que vivimos inmersos en los grises. Sé que es así, todo el tiempo es así, en mi vida, en la vida de mi vecino, en la política… Sin embargo, hay un lugar en el que a mí me gusta plantarme. Hay un tango que dice “El bien es bien y el mal es mal” y a mí me parece que es bueno que un hombre tenga un límite que no trasponga. Me preocupa mucho que el gris nos haga creer que todo es posible.
Una frase tuya es “Hay que reconstruir las palabras”. ¿Puedes explicar un poco esta idea, sobre todo para el mundo infantil?
A mí me parece que los adultos, y especialmente los docentes, tenemos que volver a pensar en las palabras como fundantes de la condición humana. Hay que volver a apasionarse con las palabras; las palabras pronunciadas, las palabras escritas, el origen de las palabras, el cambio de las palabras, la mentira de las palabras. Creo que nos estamos olvidando de que en realidad estamos hechos de eso, en gran medida. Y me parece que a veces uno habla de la literatura sin pensar que el paso previo, indispensable, es volver a enamorarnos de nuestra lengua y de nuestras palabras.
“La literatura posee poderes curativos”. Explícanos esta idea tuya, solución a muchos problemas humanos.
Vamos a ir hilvanando cosas. Esto tiene que ver con el pensamiento mágico. Todo esto empezó una vez que yo, estando mal del hígado y siendo una persona propensa a asustarme mucho cuando no estoy bien de salud, tratando de apaciguarme a mí misma, además de los medicamentos, me recitaba una de las estrofas de la Oda al hígado de Neruda: “(…)/ de ti,/ monarca oscuro,/ distribuidor de mieles y venenos,/ regulador de sales,/ de ti espero justicia:/ Amo la vida: ¡Cúmpleme! ¡Trabaja!/ No detengas mi canto.” Y yo juraba y perjuraba -y sigo haciéndolo- que a mí eso me ayudó a curarme. ¿Y por qué no?
Con esto llegamos a un tema que está en tus libros: la muerte. Mostrar la muerte a los jóvenes es algo verdadero, pero de la forma que tú lo haces es darles la realidad. ¿Por qué está tan presente la muerte en algunos de tus relatos y sobre todo en Los días de la Sombra?
Se me aparece una primera respuesta, obviamente biográfica pero no por eso desdeñable, porque uno escribe desde lo que le pasó, también. Tiene que ver posiblemente con la muerte de mi mamá cuando yo era muy chica. Y esto lo voy notando a medida que pasan los años. De manera que seguro que hay un momento de muerte, que fue un punto de inflexión en mi vida, como seguramente en la de cualquier niño al que le pasa eso. Pero a mí me interesa hablar de la muerte en función de apartarla de la pura individualidad. Se muere esta forma que soy, se muere esta organización molecular, pero esta organización se transforma en otras cosas. A mí me alivia mucho pensarlo de esa manera. Claro que no es un pensamiento mío, es un pensamiento milenario, que cuesta asimilar. Uno puede decirlo, pero de ahí a sentirlo… Pero me parece que hay que hacer un ejercicio en este sentido, y recordarse a uno mismo que uno es una organización transitoria, que felizmente, nada nuestro, nada, se pierde. Todo va a volver de otra manera. Y me parece importante también presentar este concepto de la muerte a los chicos.
En tus novelas se nota mucho el trabajo que hay detrás, con muchos juegos de coincidencias a veces increíbles. ¿Te gusta esto de jugar con las coincidencias?
Sí, me parece que es uno de los encantos más grandes de la literatura. En general no me dejo llevar demasiado por el instinto. La inspiración a mí no me va, no me sirve demasiado, me sirve a ratos. A mí me gusta en cambio el trabajo analítico previo, me gusta pensar, me gusta armar estas supuestas coincidencias que van a ocurrir. Me gusta entrelazar las tramas, saber que esto que digo acá en la novela va a resultar en aquello que voy a decir más allá. Y después de todo ese trabajo -que disfruto mucho- me largo a la escritura propiamente dicha. Ahí me relajo un poco más.
Ahora que ya tienes más de diez años de obra escrita, ¿qué quieres legar a tus lectores? ¿Una visión optimista del mundo?
Sigo pensando que este mundo así no cierra. Que hay muchísimas posibilidades de que sea mejor, mucho más justo, mucho más humano. Y jamás dejo eso de lado a la hora de escribir. Jamás me desentiendo de este mundo, de la esperanza –utópica dirán muchos, y a mí me importa poco- de transformarlo. Jamás. Siempre pienso que escribir tiene que ver también con aportar para transformar el mundo.
Liliana Bodoc nació un día de julio de 1958 en la ciudad ribereña de Santa Fe, Argentina. A los cinco años se traslada a Mendoza, cerca de cordilleras y montañas, donde estudió y se licenció en Letras. Ejerció la docencia, tuvo dos hijos y con un libro bajo el brazo logró que en el año 2000 le fuera publicado Los días del venado, la primera parte de una trilogía que cautivó rápidamente a los lectores de novelas fantásticas que esperaban ansiosos primero Los días de la sombra (2002) y luego Los días del fuego (2004). El éxito le llevó a seguir publicando otros libros para jóvenes, con alguna pequeña aventura literaria en los campos del teatro y los cuentos ilustrados para primeros lectores. La saga de los confines, titulo de la trilogía, cruzó fronteras y ha sido editada en varios idiomas y publicada en España por Edhasa. Premio Barco de Vapor argentino 2008, sus libros son recomendados por el sistema clásico del boca a boca, ganando por este sistema miles de lectores en colegios, institutos y apasionados de la buena literatura. Candidata al premio Andersen 2010, puede recibirlo algún día cuando los jurados de las Tierras Antiguas sepan dónde están los confines de la fantasía, allá por el extremo sur de las Tierras Fértiles.
Sus libros, por año de edición:
(2000) Los Días del Venado Norma, Buenos Aires.
(2002) Los Días de la Sombra Norma, Buenos Aires.
(2003) Diciembre súper álbum Alfaguara, Buenos Aires.
(2004) Sucedió en colores Norma, Buenos Aires.
(2004) Los Días del Fuego Norma, Buenos Aires.
(2004) Adiós a las puntillas, Portantos y Doña Cata y la gitana (teatro)
(2007) La Mejor Luna Norma, Buenos Aires.
(2007) Memorias Impuras Planeta, Buenos Aires.
(2007) Reyes y Pájaros Norma, Buenos Aires.
(2008) Amigos por el Viento Alfaguara, Buenos Aires.
(2008) El mapa imposible Alfaguara, Buenos Aires.
(2008) El espejo africano SM, Buenos Aires.
(2009) Presagio de Carnaval Norma, Buenos Aires.
(2010) El rastro de la canela. Amor y libertad en mayo de 1810 Norma, Buenos Aires.