La primera de las candidatas nació en Arroyo Cabral (Córdoba, Argentina) un verano del año 1954. Cordobesa de arriba abajo, transcurrió su infancia en la localidad más serrana de Oliva, estudiando Literatura en la docta Córdoba (Argentina). Luego de búsquedas y trabajos patagónicos volvió a su tierra natal fundando el CEDILIJ, un centro especializado en lectura y literatura infantil. Después trabajó en la formación de maestros, creó centros de estudio y revistas especializadas, dirigió colecciones y participó en diversos planes de lectura, municipales, provinciales y nacionales. Publica su primera obra en 1993 y desde entonces se han multiplicado sus escritos en los campos de la poesía, ensayo, teatro y literatura infantil, con dieciocho libros en su haber para niños y jóvenes, además de participar en varias antologías. Varias veces premiada, es el V Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil 2010 su más preciado laurel.
Su obra para niños presenta variados registros presididos todos por su herencia italiana –piamontesa- que surge en pequeños cuentos y grandes novelas como Stefano (1997), con varias reediciones argentinas y una reciente edición española. Ha reunido su experiencia literaria en talleres de escritura en dos libros realizados en colaboración, La escritura en el taller (Anaya, 2008) y El taller de escritura en la escuela (Comunicarte, 2010) y sus reflexiones en Hacia una literatura sin adjetivos (Comunicarte, 2009). Sus libros rescatan historias de su infancia, anécdotas de su entorno cordobés (todo un pueblo en Dale campeón, 2000) o grandes temas actuales puestos en voces de protagonistas infantiles. Para ella cuenta más la intensidad de la historia que su temática y gusta ocultarle al lector rastros y datos para en un momento –generalmente final- sorprenderle. La infancia, su infancia, pesa mucho en su obra en lo que ella entiende como “potencia de la materia adquirida en esos primeros años”.
María Teresa colaboró en el pasado número de diciembre de mi revista, un número dedicado a la LIJ Iberoamericana, con un artículo breve que quería ser una reflexión sobre su trabajo, un camino literario hacia muchos mundos. Un camino que ella siempre transita entre sus recuerdos, sus historias cordobesas y sus lecturas universales. Qué mejor forma de conocerla que adentrarse en sus palabras: “Un día en Epidauro”.
UN DÍA EN EPIDAURO
La literatura es un lugar a donde se puede ir en busca de una verdad: bajo la ficción (o sea bajo la forma artística de la mentira) se puede decir una verdad privada e íntima que se vuelve social al compartirse. No se trata de la verdad. Tampoco de una verdad previa a la escritura, sino de un camino, de una búsqueda, porque para quien escribe el mundo no es un lugar sobre el que ya todo se sabe sino una materia viva y altamente compleja donde ciertas cuestiones insisten en permanecer ocultas u olvidadas.
Al escribir se ignoran muchas cosas sobre lo que se escribe, se ignora por supuesto mucho más de lo que se sabe y esa ignorancia, esos tanteos, ese afán por comprender, es la única certeza que tenemos. Un buen escritor trabaja contra la norma, contra lo correcto, lo bien dicho, lo adecuado y lo educado. Si no existe esa resistencia, el lenguaje se disuelve, por eso la palabra profesional relacionada a un escritor, es una palabra de la que debiéramos desconfiar: amenaza con instalar lo que se escribe (es decir lo que debiera ser producto de nuestros tanteos o nuestros desvíos en busca de la propia cosa) en el territorio de lo oficial, lo funcional y lo utilitario.
No dejo de preguntarme dónde está lo propio entendiendo que la propia cosa es algo difícil de descubrir, que no se trata de lo que está más a mano, sino casi siempre de los aspectos más ocultos, más opacos y resistentes de lo cotidiano y de lo común. Al mismo tiempo, lo propio se manifiesta a través de un uso propio, no alienado ni banalizado, del lenguaje. Es en esa voz más personal donde se genera un pensamiento y sentimiento también propios. Escribir libros que exploran en distintos géneros (narrativa, poesía, teatro) y llegan a distintos destinatarios (niños y jóvenes o adultos) como es mi caso, editar en editoriales grandes y pequeñas, circular por lo tanto en circuitos más generales y en otros alternativos, decidir no pertenecer ni a un género literario, ni a una editorial ni a una institución privada, ni a un estamento del Estado ha tenido para la circulación de mis libros y mi reconocimiento como escritora algunos costos y para mi escritura ha tenido muchas ganancias.
No se puede separar lo que un escritor es de lo que hace: todo lo que su hacer tiene proviene de lo que es. Profundamente ético es el lugar que le cabe ocupar al escritor frente a su obra y la recompensa a muchas horas de conmoción, de concentración, de persistente atención y de paciencia, es una paga que no tenemos derecho a pedir, que llega sola cuando llega y se hace con un tributo que sólo puede ofrecer el lector. Eso pretendo, que lo que escribo en soledad, profundamente inmersa en mí, habite en la memoria de un lector. Espero una cierta, humana, perdurabilidad, y esa es la pretensión mayor de todas las que podemos tener con respecto a la escritura. Por supuesto que, para esperar eso hay que tener todavía una cierta fe en el mundo y una cierta esperanza.
Despues de escribir esta entrada me llega la noticia de la primera decisión del jurado del Andersen, que se falla mañana lunes 19 de marzo. Los cinco finalistas escritores son: Paul Fleischman (USA), Bart Moeyaert (Belgica), Jean-Claude Mourlevat (Francia), Blanza Pitzorno (Italia) y.... María Teresa Andruetto.
ResponderEliminarSuerte María Teresa.
Bien por el lugar de la ética en el escritor.
ResponderEliminar